La noche del sábado se tiñó de historia y brillo en el estadio José Amalfitani, en Argentina, donde más de 50 mil personas se reunieron para celebrar el regreso de Lali Espósito a los escenarios. La cantante, que venía de presentar su último disco, eligió volver al vivo en un show desbordante de energía, emoción y guiños generacionales. Saltos, cantos y pogos envolvieron a un público que vibró desde el primer segundo, anticipando cada canción antes de que sonara.
Pero el momento más inesperado llegó cuando, durante los acordes de “¿Quiénes son?”, una silueta glamorosa apareció en lo alto del escenario. Era Moria Casán, ícono absoluto del espectáculo argentino, que bajó por una gran escalera con un tapado rosa de plumas, desprendiéndose de él al ritmo de los aplausos. Debajo, lucía un body nude con piedras brillantes y una faja que gritaba su nombre: “Moria”. Su entrada provocó ovación inmediata y selló uno de los cruces más potentes de la cultura pop nacional.
El espectáculo no fue solo un concierto: fue un homenaje a la unión de dos generaciones de divas que, con estilos distintos, se convirtieron en referentes. Lali y Moria compartieron escena como dos fuerzas que se potencian, recordándole al público que la historia se escribe con talento, audacia… y un poco de escándalo bien puesto.